viernes, 28 de agosto de 2009

El efecto Borges


La relación entre Jorge Luis Borges y Juan Perón siempre fue conflictiva: Borges ataco persistentemente a la pareja gobernante, evitando llamarlos por sus nombres: para él, eran “el tirano prófugo” y “esa mujer”, su gobierno había sido “oprobioso” y sus simpatizantes “no eran buenos ni malos, sino incorregibles”; Perón descubrió a Borges en 1960, cuando se volvió famoso y, hábil para hacerse publicidad, lo llamó despectivamente “ese viejito ciego” aunque él había nacido en 1895 y Borges cuatro años después, en 1899.
Muertos, ambos siguen funcionando como una manera de entender a Argentina y sus contradicciones internas: esa larga suma de cosas imposibles que, por alguna ley de improbabilidad histórica, no solo suceden sino que se repiten a lo largo del tiempo sin que nadie aprenda nada de ellas.
Si el culto a Perón y la repetición de sus peores tics convertidos en “viveza criolla” hace que sea imposible, a más de treinta años de su muerte, pensar la Argentina sin él como ideólogo pragmático de todos los políticos que lo siguieron (sean peronistas o no), la obra de Borges traduce y sintetiza lo que sucede en historias redondas con mensaje final incluido.
“La pagoda de Babel” de G. K. Chesterton, por ejemplo, uno de los cuentos que Borges eligió, junto a Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo, para su “Antología de la Literatura Fantástica” de 1941, sirve como perfecta parábola del intento de Néstor Kirchner por acumular poder de forma obsesiva, en una carrera política que empezó hace mas de veinte años, cuando fue elegido intendente de su ciudad y que termino abruptamente en el 2008, cuando su enfrentamiento irracional con el campo hizo que el apoyo publico que había conseguido hasta ese momento (cercano al 60%) se evaporara por su incapacidad de entender que los demás podían tener razón y que la fuerza no da todos los derechos.
Néstor pensaba que, si conseguía derrotar a los campesinos que se oponían a sus medidas autoritarias (quería, confesó, “ponerlos de rodillas”), ya nada podría detenerlo y, sin enemigos a la vista, podría inaugurar una reelección indefinida junto a su mujer, intercambiándose cada cuatro años la presidencia: una vez él, otra vez ella, hasta que alguno de sus hijos tuviera la edad suficiente para reemplazarlos.
Aunque, como escribió el propio Borges, “nadie sabe en qué imágenes lo traducirá el porvenir”, Néstor seguramente podría verse hoy, a un año de su derrota en el intento de imponer las retenciones y a un mes de las elecciones legislativas donde siete de cada diez argentinos votaron en su contra, como el personaje de “La pagoda de Babel”: un hombre que, por culpa de su ambición, cae interminablemente tras haberse elevado hasta lo mas alto de la política argentina (“Aladino quería una torre que rebasara el cielo, y se elevara encima y siguiera elevándose para siempre. Y Dios la fulminó, y la hundió en la tierra abriendo interminablemente un agujero, hasta que hizo un pozo sin fondo, como era la torre sin techo. Y por esa invertida torre de oscuridad, el alma de! soberbio Sultán se desmorona para siempre”).
Las sucesivas derrotas de los K desde el 2008 no han impedido que Néstor siga insistiendo con mantenerse en el poder cueste lo que cueste, usando los generosos fondos oficiales que deberia manejar su mujer para intentar reconstruir su poder perdido: los rumores dicen que si no consigue ser candidato a la presidencia en el 2011 lanzara su candidatura a la gobernación por Buenos Aires y, si eso tampoco sucede, volvera a Santa Cruz, “su lugar en el mundo”, para disfrutar los beneficios de la política distributiva que pregonan sus amigos progresistas en los medios y que le permitio, en un verdadero acto de magia, acumular, en apenas seis años, un patrimonio de 8,67 millones de euros: cinco veces lo que tenia cuando asumio como presidente en el 2003.En ese exilio dorado, los K se recriminaran mutuamente el porque de su caida, sin imaginar que Borges, un escritor al que ambos evitan cuidadosamente mencionar, hablo elipticamente de ellos hace más de sesenta años y predijo exactamente su futuro.

jueves, 20 de agosto de 2009

Ricardo Ferrari: elegía del hombre común.

Negado + marginado + despreciado = ningundeado, la palabra perfecta para etiquetar y juzgar a Ray Collins, Robin Wood y Ricardo Ferrari, guionistas estrellas de Columba.

Collins, uno de los guionistas mas representativos de la editorial agregó en los 50, puentes hacia la mejor literatura y esperanzas de inmortalidad con su defensa del estilo: metáforas deslumbrantes saltando entre personajes torturados, diálogos desgarrados y apretadas corrientes de palabras; Wood incorporó en los 60 una realidad donde pululan héroes cansados e idealistas. A principios de los 80, cuando la estrella y el emblema de Columba era para siempre él, Ricardo Ferrari comenzó a escribir.
Mas inclinado hacia el estilo Oesterheld que a los resplandores de Collins y la camaleónica capacidad de Wood para reinventarse, Ferrari lanzó con Julio César el molde del que saldrían sus creaciones posteriores. En sus relatos abundan los hechos laterales que terminan integrando la historia central, modificándola con voces marginadas que aportan una caracteristica central del estilo Ferrari, la cosmovisión que permite mostrar todo el cuadro desde los margenes donde habitan hombres comunes.
La recreación de los temas borgeanos es otra clave importante de su trabajo: oculto detrás de sus historias esta el culto al coraje de los orilleros borgeanos explícito en el temprano Los guapos (D' artagnan, Junio 1986), ese momento donde se debe decidir si se es, o no, valiente. O ese cuchillo que mata más alla de la muerte de sus dueños homenajeado en Dax.
Los personajes de estas historias son disecados a través de sus actos y obligados a una lección moral. Al igual que en Oesterheld y Collins, la pasión en Ferrari no llega a dominar a sus criaturas: la violencia nunca hace crujir los dientes con la excepción de Capellán donde Gómez dibuja los horrores de una guerra colonial en la que ex-liberadores franceses conviven con nazis.
Ferrari, como Oesterheld y Collins, prefiere apartarse delicadamente en el momento de la violencia, replegado en su humanismo, mientras Wood levanta sus mejores personajes, copia voces y recrear modales y violencia ocultos.
En Ferrari, sobre el personaje central, se eleva el hombre común, lleno de miedos y dudas, atado a su pasado y enfrentado a hechos que lo superan y es quien termina descubriendo la verdad: es el ex-legionario que antes de su entrada en Roma le da a Julio César la explicación de su gloria o el escribiente que escucha del propio Iván El Terrible la razón de su locura y no puede hacer nada para detenerlo.
Ese hombre común siempre aprende una lección secreta y personal que lo libera: no es un introvertido idealista acosado por la realidad de Collins, ni el duro y escéptico de Wood, capaz de salir solo de sus propios problemas: es el hijo adolescente del Barón muerto que huye desesperado de los asesinos de su padre; el comerciante de El Germano que se niega a entender la guerra hasta que le cortan la mano o el niño que ceba mate en un rancho y recibe un cuchillo de regalo con una identidad y un destino (Terco).
En todos ellos aparece ese instante mágico donde se encuentran su futuro y su lugar empujados por un valor desconocido: "Victor espera un momento; tratando de ordenar sus emociones, y de pronto, sin quererlo ni pensarlo rie a carcajadas. Es que por fin a encontrado su lugar en este mundo de espadas y de valor. Y lo ha encontrado de la mano de un enano" (El barón); "Flavio se marcha. Trata de cantar algún son de legionario. Porque él es, al fin de cuentas, el mejor. El que ha sobrevivido. El que en medio de la derrota logró una victoria personal" (El gérmano); "Una sola vez pude elegir. Mirmidos me dijo que resistiera, que me uniera a él, que peleara y yo preferí conservar el collar, y eso me perseguirá para siempre" (El médico); "Y en ese momento se transforma en el tigre, y de cara a la muerte decide de una vez aceptar su destino" (Capellán).Ferrari mueve por todos los géneros a ese hombre corriente, -ni mas ni menos valiente que el resto-, atrapado en un momento que lo elevará o destruirá y en el que esta cifrado su destino.

viernes, 14 de agosto de 2009

Ray Collins, biografía del hombre invisible.

Ray Collins es uno de los mejores guionistas de la historieta argentina pero, por los caprichos del canon oficial, su nombre ha sido injustamente marginado. Una injusticia que intente arreglar con este artículo dedicado a un verdadero maestro del género que, al día de hoy, sigue produciendo excelentes trabajos.

Miremos fijo ahí, en ese espacio entre el gato y la mesa, entre la mesa y la comida. ¡Ahí está! ... pero... ¡lo perdimos! Un segundo, dos: apenas nos descuidamos vemos una silla, el gato cruzando la sala, la comida en la mesa. Todo. Pero ¿donde está ese ese ese...? Ese hombre invisible: ahora estamos donde queremos estar: en el punto de partida.
Ray Collins siempre estuvo ahí, en el cuarto lleno de gente, -guionistas, dibujantes y editores-, pero es el hombre invisible: sabemos su nombre, lo palpamos, leímos sus obras, las disfrutamos, pero apenas nos descuidamos, apenas nos preguntan por un guionista, los que aparecen son los de siempre, -la silla, el gato y la mesa- fijos, pegados, clavados a la fama por la crítica de amigos y fans, o fans amigos, o críticos fans, mientras el hombre invisible desaparece...hasta que leemos su obra y decimos ah, Ray Collins, ah, ah, ah, porque no me acordé antes.
Ah, Ray Collins.
Magia.
Entre Hector Germán Oesterheld y Robin Wood hay un vacío de Grandes Guionistas en la historieta argentina. Ni siquiera está Trillo, en esos, ¿cuantos?, años, el arco que va de los primeros éxitos de Oesterheld para Abril y el auge de Editorial Frontera, entre ese ejercito de dibujantes marchando hacía una punto repleto de buenas, bellas, grandes historias -recordemos Ticonderoga y Ernie Pike con Pratt, el Eternauta con Solano López, Sherlock Time con Breccia, Randall con Arturo del Castillo-, antes del fracaso y el éxodo, el dominio de Oesterheld, su forma de dar aliento literario, alcance másivo y posibilidades de arte a la historieta crean un mercado y un problema: su visión limita el campo. Luego de su primer guión para Abril, el editor obliga a los demás guionistas a seguir las pautas fijadas por él. Su talento amenaza con el blanco y negro de las fotocopias. Ni colores ni asombros ni alma. Nada.
Un público educado por él que a fines de esa década lo abandona y comienza a mirar hacía México y sus historietas que sepultan el mercado y ahogan a Editorial Frontera. Con Oesterheld en retirada, la mayoría de los dibujantes trabajando hacia afuera y un mercado en baja, en plena crisis, Ray Collins empieza su carrera. Nadie lo nota, todos esperan la gran cosa nueva, Collins es el hombre invisible jugando al solitario.
Por eso el vacio entre Oesterheld y Wood; ¿quien puede ver a un hombre invisible?
Es difícil entender como hizo, como se animó, -no se puede llamar a Collins y preguntarle-, pero si Oesterheld es el primer guionista argentino, el que inaugura de un plumazo y para siempre la historieta adulta en Argentina, Collins abre las puertas, funda esa utopía imposible de ser literario y tener éxito, de la masividad y el sello propio en cada obra. Aporta un estilo tan exuberante como un millar de globos estallando juntos. Se anima a ser diferente y es aceptado en las cerradas filas de los lectores.
Nadie saldrá indemne de sus páginas, basta saborear sus puntos de vista, sus metáforas, dialogos y conflictos para entender lo que significa Collins. Estas descripciones, todas, están en un solo número de Nippur Magnum: "La casa era hermosa, como el parque. Tenía ese frente de fin de siglo, marmóreo, casi de tumba. Sólo las flores eran cálidas". "Estaba abierto como un par de orejas. De par en par." "El hombre de Irlanda estaba allí, respirando el aire marino con la fruición con que un inglés se bebe un burdeos y sabe, condenadamente para un francés, a qué diablos de cosecha pertenece".
Collins usa su talento, ese manejo imposible de palabras y sonidos, para inventarse una historieta que sera exclusivamente suya. Hasta entonces nadie lo había hecho, luego, solo él lo repetirá, con escasos alumnos situados comodamente en el futuro. Collins crea sus ambientes con precisión, puliendo su técnica hasta hacerla brillante y filosa como el cuchillo de un artesano: sus personajes usan frases shakespereanas y se permiten citar clásicos y saldar deudas con el honor de viejos caballeros ingleses para retirarse de escena envueltos en palabras. Una música de fondo que se desvanece en el papel para quedar en la memoria.
"Lo miró con esa tristeza del hombre que esta habituado a ver rotas muchas cosas".
Collins es el puente entre Oesterheld y el futuro de Editorial Columba. Lo que hace, -su forma de narrar, su magia-, es el camino que lleva de Oesterheld directo a Robin Wood y la supremacía de Editorial Columba. Para entender a Wood, para hablar de Savarese, Morten y El Angel, para comprender la psicología de Mojado y sus escalofriantes descripciones a pecho abierto hay que leer a Collins, alguien dispuesto a unir el humanismo de Oesterheld con su propia combinación de historieta y literatura. Ese cóctel -tan cercano en otras manos a la parodía, al mal uso, al sin sentido-, se llena de pronto de luz e ilumina cuadros y lectores.
Collins debería estar rescatado, elevado y reconocido pero no, no se puede, es el eterno guionista soporte. Su nombre aparece al pie de todas las grandes revistas argentinas: esta en Misterix en 1960, en Columba por tres décadas, en Tit-Bits, en Skorpio. Trabaja con Trigo, con Enio, con Dalfiume, con Del Castillo, con Solano López, pero el rescate, la crítica, incluso sus compañeros, lo nombran de soslayo, van de Oesterheld a Trillo y Sacomano, de Saccomanno y Trillo a Fierro y Sasturain, y así siguiendo.
¡Esos espacios en blanco! ¡Esa crítica indolente! ¿Que leen los críticos? ¿Cuales son los modelos a seguir? La mayoría se limitan a armar sus selecciones en base a elecciones anteriores, a no pensar demasiado, a dejarse llevar. Si dicen que Fierro es Dios y Sasturain su profeta, ¿porque negarlo?, porque no decir que Fierro es la mejor revista de historietas de los 80 y Columba y sus autores apestan. ¿Porque no? Alguien lo dijo antes, no vale la pena revolver pilas de revistas viejas, leer, pensar: dejemos todo así, así como esta, asi nos gustan. Si todos alaban el Sueñero de Breccia hijo, si todos entienden que el Ficcionario de Altuna es una metáfora perfecta de un régimen autoritario, ¿porque no callarse la boca y dejarlo pasar?
Porque no. Definitivamente NO.
Si el Sueñero de Enrique Breccia se vuelve en algún momento, muy rápido, muy acorde con la revista- oxidable y vacío, si su pobre prédica peronista enciende un intercambio de cartas cercano a una discusión de borrachos buscando excusas para pelear, si Altuna repite personajes y estereotipos de Ficcionario en Chances. Si todos aplauden ¿porque no salirse del circo y decirlo? ¿Porque bailar con los monos amaestrados de lo correcto si se puede escapar a ver el sol y tomar aire puro?
Si Sasturain desperdicia los dibujos de Perramus para demostrar que leyó a Borges y sabe donde queda Santa Maria y que es el Aleph, si todo eso basta para hacer historieta argentina, ¡Mi Dios!, estamos perdidos, corrijo, estaríamos perdidos: tenemos a Wood y a Collins, -si, tambien a Trillo en mejores guiones, y a Fontanarrosa en el propio Fierro -, pero Collins, Collins esta ahí, es un clásico apenas leído, compartiendo el olvido con otros -Alvarez Cao y su Cabo Sabino- escribiendo desde hace dos décadas, con la gracia intacta, el instinto certero, la palabra justa para derribar a cada uno de sus competidores.
Si, todavía lo tenemos ahí, gracias a Dios. ¿Que hace Collins en los 80? ¿Y en los 70? ¿Que hace? Dos, tres, cinco, quince, cincuenta mil guiones: eso hace Collins. ¿Se repite? ¿Ese es su error, le falta originalidad, por eso no lo rescatan? ¿Es eso? ¿Tan directo y fácil? ¿Tan simple?
No, supongo que no. No quiero repetirlo pero se acerca mucho a la verdad, Collins comete un error: tiene éxito. Es, junto a Wood, el mejor guionista de Columba, hay números completos con sus historias, gana buen dinero. Una pregunta. Una sola entonces: ¿porque no se puede? ¿Quien lo dijo? ¿En que parte del manual del buen guionista figura que hay que morir de hambre y miseria para escribir bien?
Oesterheld funda su editorial y saca revistas llenas de SUS historietas con dibujantes, muchos dibujantes, los mejores de su generación. Y se consagra. Esta bien. Pero Collins, Collins no puede hacerlo, no puede escribir muchas historias, dejar personajes inolvidables, ganar dinero. No, no, no dicen las voces. No esta permitido, no, nunca, jamás de los jamases, la producción masiva, el éxito, solo se permite si lo dicen los otros, que están ocupados publicando donde leen los críticos que sacan libros, comparten brindis y aplauden. Los buenos salvajes son rechazados: Collins debe quedarse en una bohardilla, escondido, olvidado.
Collins debe pensar que todo esto es una tontería, no debe tener tiempo para escuchar tantas idioteces, debe conocer el secreto mal guardado de los aplausos cómplices en salas de cinco personas que se llaman renovadores, nuevos maestros, genios solitarios, que se aplauden entre si y se dan palmaditas en la espalda y regresan a leer a Max Cachimba y decir que lindo, que feo, que nuevo, y, supongo tambien, cuando nadie los oye: ¿que quiso decir?
Collins esta escribiendo durante cuatro décadas obras maestras que son cuidadosamente olvidadas, ninguneadas: Precino 56, El Cobra, Zero Galván, Chinatown, Vargas, Hilario Corvalan, Aguila Negra, Rocky Keegan o sus propias versiones de personajes ajenos en Jackaroe y Dennis Martin. Obras que siguen estando ahí, dispuestas a una relectura, un reconocimiento. Pero no, no hay nadie dispuesto a decirlo voz alta, a revisar, a pensar que esto es bueno y nadie lo dijo antes, a romper el cerco.
Tal vez en alguna reunión, un asado de despedida a un compañero que va a trabajar a Estados Unidos se escuche una palabra de aliento pero debe ser en voz baja, shhhhhhhhh, que no te escuchen, es un quemo hablar bien de ellos, eh, ellos y nosotros. Los artistas y los vendidos, eh. Vos sabes de que hablamos. Vos sabes. shhhhhhhhhh.
Recordemos: "Lo miró con esa tristeza del hombre que esta habituado a ver rotas muchas cosas".
Ahora si, ¡miren ahí, al hombre invisible! ¡Justo entre Oesterheld y Wood y Trillo! Y, por favor, ahora aplaudan. Plap, plap, plap.
Al maestro con cariño.

domingo, 9 de agosto de 2009

Robin Wood y el error de tener éxito.

Este fue mi primer artículo publicado en una revista profesional, hace ya, 11 años, y tal vez por eso, y por la repercusión que tuvo -entre otras cosas, me permitio conocer al propio Robin- le tengo un cariño especial; creo, además, que todo lo que digo ahí sigue siendo perfectamente válido, especialmente la mafia organizada por Sasturain, Saccomanno y Trillo para armar, a dedo, el canon de la historieta argentina

Robin Wood es uno de los guionistas mas destacados del mundo. Aunque paraguayo de origen, su carrera se inicio en la Argentina con su primer y ya emblematico personaje, Nippur de Lagash; ahora, con mas de treinta años de carrera y una multitud de personajes publicados en una veintena de lenguas. Wood sigue escribiendo y cosechando meritos, como el Yellow Kid (1) a toda la obra, el segundo obtenido en la Argentina, y especial reconocimiento a su calidad de trabajo y preocupación de humanista .

Preámbulo.

Frecuentemente se ha atacado una obra basándose en elementos externos a esta: se puede condenar por razones políticas, sociales o bien, y en el peor de los casos, por tener demasiado éxitoy dinero.
Borges hablando de Kipling (2) hacia notar que Wells y Shaw habían "incurrido en el error de juzgar a ese hombre genial por sus opiniones políticas"; es decir, todo se sujeta a un elemento externo sin tomarse el trabajo de leer la obra y ver sus méritos o demeritos. Leemos a Shakespeare sin saber si fue rico o no, que posición política tenia o cual era su opinión de la humanidad para así colocarlo en algún bando; mientras que Puig fue condenado por tener demasiado éxito y solo después de muerto fue reconocido como un innovador. Algo parecido sucedió con Osvaldo Soriano, acusado, como él decía, de escribir "novelitas", "novelitas de acción"; es decir, lo que aplicamos en escritores muertos o clásicos no dejamos de olvidarlo en otros escritores por ceguera o egoísmo.
Todo esto sirve de base e introducción para este articulo: a pesar que la mayoría de los guionistas importantes del género en la Argentina han sido estudiados y se han escrito una gran variedad de ensayos sobre, para citar algunos, Trillo, Oesterheld, Altuna y Sampayo, el olvido ha caído sobre Robin Wood, citado a menudo, demasiado a menudo, como "el guionista estrella de Editorial Columba", una especie de manta que parece cubrir sus muchos méritos.

Historia y polémica.
Hagamos un poco de historia: Robin Wood hace su aparición en la historieta en 1967 con "Nippur de Lagash" dibujado por Lucho Olivera; seguido después, y en rápida sucesión, (otra de las "culpas" de Wood) por "Mi novia y Yo" con dibujos de Vogt, "Jackaroe" con Dalfiume, y "Dennis Martin" con Lito Fernandez. En estas obras primerizas ya se ve en Wood un continuador de la obra de Oesterheld, o mejor dicho del estilo de Oesterheld; pero también de algo que haría su erupción en el futuro, una lectura propia de otro grande: Ray Collins, autor importante del género, también marginado de los ensayos.
Wood lentamente va haciendo crecer su estilo y Nippur toma vida propia volviéndose ese caminante filosófico, divertido y sabio que recorrerá miles de paginas con observaciones certeras de la condición humana. Como hacia notar Olivera en una entrevista: nunca se sabe si en el próximo capitulo se llorara o reirá, si Nippur se vera en un enredo extraño y disparatado o deberá luchar contra fuerzas que lo superan en búsqueda de sus ideales. Esa mixtura hace que Wood gane su propio estilo bebiendo de las dos fuentes antes citadas: la importancia por la humanidad puesta de manifiesto por Oesterheld, junto con su compromiso por ideales y la lucha contra la visión blanco/negro, buenos/malos, que guiaban la historieta; pero también la otra: la poesía que Collins introdujo en muchas de sus historias, esos textos refinados donde brilla una prosa fina que realza la obra, haciendo notar que se podia ser literario en un género hasta entonces menor.
Ese tratamiento se ira decantando hacia el futuro, cuando mas experimentado, Robin Wood empiece obras como "Savarese" con Mandrafina y ponga de manifiesto que ha aprendido su lección y la ha aprendido bien: un texto duro donde la historia se basa en un hombre que tiene que luchar contra sus propios fantasmas y los externos, sin mas que su propia fuerza que flaquea una y otra vez a medida que los traumas se juntan: Savarese es tildado por sus padres de "retardado", luego de la muerte de estos es explotado por sus tíos y estafado por su "primer amigo"; luego deberá enfrentarse a su falta de altura, su físico breve y sus desengaños amorosos; y a medida que su lista de logros como policía crece su vida personal cae en picada. ¿Y todo esto es bueno?
Si. ¿Porque? Wood puso su impronta al canalizar un humor que impide caer en el "no hay futuro" mientras nos hace reír y ver que nada es definitivo. Un toque tan personal que volverá una y otra vez y que impedirá que obras que hablan sobre temas "duros" como "Gilgamesh" o "Morten" sean negros totales, inundados por esa mirada dura pero también humorista que inunda toda su obra.
Y es que en Wood vuelve una y otra vez a obsesiones que son muy parecidas a las de Oesterheld, a pesar que los críticos nieguen sus méritos; ¿porque?, nos preguntamos sorprendidos. Las respuestas son variadas pero generalmente se sintetizan en:
*Tiene éxito.
*El volumen de su obra.

Ambas razones son ciertas pero no limitantes: Oesterheld tuvo éxito y su obra también es inmensa, Trillo tiene éxito y su obra es inmensa.

Creación de emoción por intermedio del dialogo y la descripción.
El tercer punto de la cuestión es tal vez el principal motivo de la controversia:
*Son historietas comunes, hechas en molde, no son vanguardistas, no son literarias.

Yo diría que todo lo contrario: que Wood entendió y aplico la lección de Chandler: ¿Porque? Bien empecemos por el ultimo para llegar al primero: "Mi tesis era que los lectores solo creían que no les interesaba ninguna otra cosa mas que la acción; que lo que realmente les interesaba a pesar de que no se dieran cuenta, y lo que a mi me interesaba, era la creación de emoción por intermedio del dialogo y la descripción." (3)

... y vayamos a ahora a analizar la obra del primero a ver si es verdad o no.


La obra de Wood se asienta básicamente en 4 puntos:

El primero es su estilo: Wood tiene un estilo altamente metafórico, que brilla en obras como "Savarese", "Morten", "El Angel" y "Martin Hel". Para plantear una escena, al igual que Chandler u otros grandes estilistas, Wood hace uso de frases como: "Toledo se va muriendo en su noche de hielo... Calles de tinieblas donde se astilla una luna de cementerio... Toledo, ciudad de soledades y murallas amargas..." (El ángel), o "Don Fabio asintió. Era gordo, pero de una gordura sana y sin blanduras, con las duras manos de un labrador y la economía de movimientos de quien solo se dedica a cosas de importancia" (Savarese): la descripción perfecta, trasmite la situación y realza el dibujo a través de imágenes que nos llegan como una bocanada de viento y nos hace sentir el momento y el lugar como si estuviéramos allí, detalles concretos y poesía al servicio del texto.
Y sin embargo Wood se permite variaciones: textos donde la poesía es reemplazada por imágenes breves y sutiles, donde todo se conjuga para armar escenas que se deslizan como un reloj, llenas de humor: "Recuerdo perfectamente el día que conocía a Texas, lo cual no tiene nada de extraño. También recuerdo el terremoto de Osaka si vamos al caso. Pero seamos justos, muchas cosas pasaron aquel día y no todas fueron su culpa/ "Dee Dee Lucifer dio uno de sus demenciales conciertos de rock en un basural donde se congregaron cien mil adolescentes chillando como locas..."/"y luego se volvieron locas de verdad y se arrojaron sobre él. No se encontró ni un botón del pobre Dee Dee"/"También fue el día en que el Empire State se derrumbo. No murió nadie porque ya nadie vivía en él excepto un billón de ratas" o, en el mismo capitulo: "La chica hizo un gesto como si hubiera mordido un limón y un segundo después el mundo pareció explotar" (Morgan)

El segundo punto son sus puestas en escena: cada cuadro en sus historietas parece una obra de teatro donde el tiempo ha sido planeado cuidadosamente, donde todo cumple su función como una maquina perfectamente aceitada ayudada por esa precisión de relojería. En "Gilgamesh", tal vez una de sus obras mas oscuras, donde el dibujo de Lucho Olivera se vuelve preciso hasta la exquisitez relata: "Gritos. maldiciones. Culatazos y el histérico ladrar de los enormes perros de pelaje erizado y fauces babeantes. La marcha desesperada de los prisioneros convierte la pureza de la nieve en un barrial inmundo..." / "Y siempre las voces ensordecedoras, incansables, ignorantes de piedad o humanidad. ¿Adonde han ido Goethe y Schiller? ¿Donde esta la música de Beethoven?"/ "Nada de eso hay aquí. Solo capotes de cuero, culatas de fusil, la crueldad y la miseria y la escuálida muerte y los gritos incansables... ¡Rápido! ¡Rápido!"/ "Todos marchan. Todos aquellos que no tienen lugar en el Tercer Reich que durara mil años. Judíos, eslavos, gitanos, opositores, sacerdotes, criminales de crímenes caprichosos pero todos con un solo castigo: la muerte".

El tercer punto son sus diálogos: como un aprendiz avanzado de Shaw y Chandler los diálogos se vuelven esgrima verbal y parte central de la historia; que en algunos casos se pudiera representar teatralmente debido a esa facilidad para el armado de juegos verbales donde la ironía y el humor nunca faltan: "-Cuidado, verdugo. No te permitas gestos de grandeza. Debes recordar con quien hablas. -Lo recuerdo. Es por eso que lo hago." (El ángel)

El cuarto es su tema principal que haya su perfecta definición en un (4) fragmento de una entrevista a Philip K. Dick, autor con quien Wood tiene muchos puntos de contacto: "Solo se una cosa sobre mis novelas. En todas ellas, una y otra vez, un hombre se autoafirma por medio de su atolondrada y fatigosa lucha." Y también puede agregarse (pues calza como un guante a Wood) las opiniones de Roger Zelazny sobre la obra de Dick: "Estos personajes son a menudo hombres y mujeres manipulados. Es dudoso que el mundo haya perdido una pizca de maldad cuando lo hayan abandonado pero la respuesta es impredecible: ellos no ceden en su esfuerzo (...) A pesar de todo la lucha continua, el combate prosigue, ¿contra quien? En ultimo extremo contra los Poderes, las Jerarquías y las tiranías, que casi siempre, se hospedan en hombres y mujeres que son víctimas, prisioneros, seres manipulados. Todo esto suena a frivrolidad tétricamente seria. Se equivocan (...) Posee un sentido del humor para el cual no se encuentran adjetivos adecuados".
¿Entienden los que les decía en cuanto a muchos puntos de contacto? Lo mismo, todo eso mismo, puede aplicarse en Wood sin perder una palabra: humor, ternura, algo de cinismo, preocupación por el ser humano y una lucha fatigosa...
La pregunta entonces es: ¿a que se considera vanguardismo? O, mas bien, ¿es importante que una historieta sea vanguardista para ser bien considerada? Un amigo mío considera que solo hay dos clases de historietas: buenas y malas, nada mas... y yo estoy empezando a apoyar esa idea: ¿o acaso una historieta es buena solo por tener un montón de dibujos y palabras inentendibles? ¿Eso la hace mejor? ¿O el apoyo de un grupo selecto de críticos vale mas que a uno le guste o no? Creo que lo definitivo lo dijo Borges hace años, cuando esa especie de fiebre de lectores convertidos en críticos indiferentes al placer de la lectura lo hacia rechinar los dientes: (5) "son indiferentes a la propia emoción: buscan tecniquerias que le informaran si lo escrito tiene derecho o no a agradarles". ¿Queda algo mas por decir entonces sobre este punto?"

Final... ¿solitario y triste?

Este articulo nació de la necesidad de dar una visión resumida pero fundamentada sobre una obra que a pesar de ser una de las mas importante en la Argentina (Wood es paraguayo, pero si vamos al caso Breccia era uruguayo) continuamente es acusada de mil y un delitos nacidos del "es un éxito", "lo lee mucha gente", que llevan al aun mas clásico: "algo tendrá atrás"; tal vez luego de la obtención del "Yellow Kid" por toda su obra Wood merecería mas respeto pero al parecer hasta aquí las buenas nuevas no han llegado. Esperemos que lleguen pronto y obliguen a críticos y lectores indolentes a prestar mas atención, pues (6) "los géneros literarios dependen menos de los textos que del modo en que estos son leídos" sobretodo cuando los buenos textos escasean.



1) El Yellow Kid es el premio mas importante de la historieta. Algo asi como el Oscar para el cine. El primer Yellow Kid a toda la obra argentino fue, si no estoy equivocado, para Alberto Breccia, que se hizo famoso primero por sus colaboraciones con H. G. Oesterheld y luego por sus inovaciones formales al combinar diversas tecnicas en sus historietas. Un muy buen ejemplo son sus trabajos con Trillo y su fabuloso Perramus con Sasturain.
2) Biblioteca Personal. Jorge Luis Borges. Alianza Editorial.
3) Cartas y escritos inéditos. Raymond Chandler. Ediciones De la Flor.
4) Aquí Yace el Wub. Philip K. Dick. Ediciones Martínez Roca.
5) Discusión. Jorge Luis Borges. Alianza Editorial.
6) Borges Oral. Jorge Luis Borges. Alianza Editorial.

viernes, 7 de agosto de 2009

The Second Life: un mundo donde siempre es sábado

Este texto aparecio en una revista méxica muy "cool" dedicada a moda y tendencias; lo escribí a pedido de la editora luego que un periodista que habia prometido tratar el tema desapareció misteriosamente; la revista lo publicó y luego del agradecimiento, la editora se negó a pagarme; una costumbre, según comprobe posteriormente, que esta editora "coool" suele tener con sus colaboradores cercanos a los que explota y luego reemplaza.

Avivadas del negocio que yo prefiero llamar por su nombre: miserias.

Un amigo me invita a conocer su alter-ego virtual. Le digo que no pero insiste. “Es increíble”, me repite, “Increíble. Cuando lo veas no lo vas a poder creer”. Finalmente me convence.
Se sienta frente a la computadora y me muestra su otro Yo: alto, atlético, bien vestido, atractivo, lleno de músculos, sin nada de grasa.
-Acá todo es real, físico, no como en el chat donde no ves con quien hablas y es pura histeria. Acá adentro, (me grafica, tocando el monitor, como si quisiera traspasar la pantalla y entrar) tengo novia, -la veo, una rubia alta y exuberante que me recuerda a Ana Nicole Smith-, casa, auto y trabajo. Es otra vida. Hasta un helicóptero puedo comprar si quiero, no se, dos casas, una isla, lo que se te ocurra... ¡lo que se te ocurra!
Mientras me lo dice, actúa como un pequeño y caprichoso dios:
-¡Hasta puedo volar! –y me muestra como se eleva su personaje- ¿Entendes? Acá adentro no hay limites.
“Acá adentro” es “Second Life” (www.secondlife.com), un mundo virtual creado por la empresa Linden Lab en el 2003 al que cualquier persona con Internet puede entrar gratis (al menos, por ahora) para construir su propio personaje -llamado avatar- con las medidas y el nombre que quiera.
Es muy fácil, dice mi amigo y me explica: primero hay que bajar el software e instalarlo en la computadora; luego se llena un formulario y se elige el look del personaje. “Second Life” incluso ofrece “modelos básicos” para ayudar a los usuarios nuevos.
“Es mejor que no se note que uno es latino” me explica. Por eso él usa el apellido de un cantante de rock combinado con un nombre neutro.
Si lo encontrara en “Second Life” posiblemente no lo reconocería: ni el aspecto ni el apellido me lo recuerdan -mi amigo es de mediana estatura, pelo corto y flaco, muy diferente a su atlético y tan americano Avatar-, pero ese es el truco que hace tan atractivo al juego: ser otro en un universo “puro” donde el sexo no es peligroso, los hombres pueden volar y el medio ambiente es manipulable.
“Tu mundo, tu imaginación” promete el slogan de la empresa. En una palabra: todo es posible en este prístino jardín del edén virtual donde el usuario puede repetir su vida hasta el mas mínimo detalle sin correr riesgos. Como dice Phillip Rosedale, presidente de Linden Lab, “un mundo mejor que el real en varios aspectos”.
El entorno favorece esa fantasía de suplantar una realidad por otra: el avatar compra cosas –empresas como Adidas y Reebok tienen oficinas virtuales para vestir a los personajes-, come, conoce gente, trabaja y, lo más popular, tiene sexo “seguro”.
Incluso puede contraer matrimonio.
Le cuento a mi amigo que hace poco leí que un argentino se caso virtualmente con una española. Me acuerdo del nombre de su personaje: Papalopulus Kobolowski.
Mi amigo no se sorprende con la noticia (no es tan raro como a vos te parece, me dice) y prefiere mostrarme el lugar: hay clubes, prostibulos, tiendas, cines, playas, iglesias, universidades, bancos, foros y oficinas de propaganda política.
La moneda oficial es el “linden”, que cotiza en dólares, lo que, al valor de cambio actual, le complica la vida a los latinoamericanos; aunque, me aclara mi amigo, varios de sus conocidos ganan dinero prestando servicios.
En “Second Life”, el usuario tiene la propiedad intelectual sobre los productos que crea o puede cobrar por el trabajo que hace. Ese dinero virtual -y eso hace tan atractivo el juego- se puede cambiar luego por dólares verdaderos, dinero del mundo real.
Una mujer, Anshe Chung, profesora de lenguas en China, fue tapa del Business Week al ganar 250.000 dólares reales como agente inmobiliaria.
-Ya sabia -me dice mi amigo cuando se lo comento.
-¿Y como te enteraste? -le pregunto.
-Salió en uno de los diarios de acá. Ahí te enteras de todo.
Los oficios en “Second Life” son tan variados como los del mundo real y la posibilidad de ganar dinero hace que Coca Cola y MTV quieran ocupar un lugar antes que sus competidoras.
Una agencia de publicidad puede, por ejemplo, comprar una isla para publicitarse, por unos 1.250 dólares.
-Hasta hay protestas -me dice mi amigo. Y recuerda cuando lo invitaron a participar en una marcha contra la oficina virtual del derechista Jean-Marie Le Pen-. LLevaban pancartas con dibujos de Hitler, cosas así. Creo que al final lo obligaron a mudarse pero no estoy seguro.
En “Second Life” los crímenes y las peleas son raras. Según un estudio de la Universidad de Stanford, la mayoría de las personas respetan las reglas sociales de su vida “normal” cuando ingresan al mundo virtual. El sistema puede penalizar a un Avatar si entra sin permiso a la casa de otro, por ejemplo, pero los grandes castigos los reservan para cualquier hacker que intente atacarlos. Los problemas más graves suelen ser legales: al dar a sus miembros derechos de propiedad intelectual sobre las cosas que crean y permitirles venderlas o cambiarlas por dinero, aumentaron las demandas entre usuarios, lo que facilito la entrada de abogados que ayudan a redactar contratos para proteger a sus clientes en sus operaciones de compraventa.
“Hoy todos los diarios hablan de eso y las denuncias que hizo el FBI por las apuestas ilegales y la evasión de impuestos. Pero también hay otras cosas”, dice mi amigo: “nadie cuenta que Suecia esta abriendo una embajada o que Duran Duran creo sus propios avatares y dio un recital”.
“¿Y vos los viste?”, le pregunto.
“No, no me gustan. Pero esas son cosas que también pasan acá adentro, ¿me entendes? Solo que la gente no se entera. Siempre prefieren hablar de lo mismo: que hay sexo, que la gente juega, que se gana mucha plata, porque son temas que venden y se olvidan del resto: de toda la gente que no molesta a nadie y la pasa bien. Gente común, como vos y como yo”.
Me acuerdo de eso mientras voy para mi casa. Me acuerdo de eso y de Dick. Porque aunque el creador de “Second Life”, Cory Ondrejka, dice que se baso en la novela “Snow Crash” (1993) de Neal Stephenson y su universo virtual generado por computadoras donde los usuarios pueden crear sus propios cuerpos e interactuar entre si, Dick, me parece, esta más cerca de esta nueva realidad paralela.
Philik K. Dick, (conocido por su novela “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?” filmada por Ridley Scott como “Blade Runner”), escribió, en 1963, un cuento llamado “Los días de preciosa Pat” donde los sobrevivientes de una Tierra devastada viven en madrigueras y juegan con pequeñas muñecas equivalentes a la Barbie llamadas Preciosa Pat y Connie Compañera en escenarios que intentan describir, con un detalle absoluto, la vida de la Tierra antes de la guerra.
En la novela “Los tres estigmas de Palmer Eldritch” (1965), una ampliación del cuento, Dick cambia el escenario: ahora son los colonos humanos quienes, obligados a vivir en Marte, -un planeta gris arenoso y yermo, moribundo-, intentan escapar con sus muñecas Perky Pat; pero esa vez no usan la imaginación, sino una droga, la Can-Di, que les permite “el instante casi sagrado en que los accesorios miniaturizados dejaban de representar la Tierra para convertirse en la Tierra. El y los otros, fusionados bajo los efectos de la Can-Di en un mundo de muñecas, eran transportados fuera del tiempo y el espacio”.
Y pienso en mi amigo y sus compañeros. No hay lógica directa que me lleve a ese pensamiento pero ahí esta. Ellos también se evaden de una realidad a otra más satisfactoria y plena donde, como escribió Dick, “siempre es sábado”.

jueves, 6 de agosto de 2009

El idolo: aventuras y desventuras de una estrella pop en tiempo ¿real?

Escribí este texto el año pasado pero, por alguna razón no lo publiqué y acabo de encontrarlo. Como creo que sigue teniendo actualidad, decidi publicarlo aquí, como un estudio casi comico de las andanzas y manipulaciones a las que son sometidos los ganadores de los realities y de las que participan en forma voluntaria sus propios familiares.
1. Los fines de semana, por algún extraño capricho de los programadores argentinos, no hay nada bueno para ver en televisión. Finalmente encuentro una vieja película de Michael Caine sobre Harry Palmer, la versión proletaria –y por supuesto, mucho menos exitosa- de James Bond: un agente que usa inmensos lentes de marco negro, trabaja en una oficina y hace sus compras en un supermercado.
Cuando termina la película (y me quedo con ganas de ver las dos continuaciones que, perversamente, “Retro” no pasa), encuentro “El ídolo”, un programa dedicado a registrar los días y las noches del último ganador del “Latín American Idol” (nombre horrible si los hay, que me hace recordar a los humillantes Grammys “latinos”, una mezcla de respeto por parte de los americanos al reconocer el creciente poder de la “comunidad” en la industria, manteniéndolos, eso si, aparte de las categorías principales que siguen siendo suyas).
El programa esta dedicada al último ganador, Carlos Peña (tuve que anotar el nombre para no olvidarlo): su llegada a Nicaragua, su desfile triunfal por las calles, la visita al palacio presidencial y, finalmente, a un comercio tradicional donde el premio mayor es que le pongan su nombre a una silla (Ricardo Arjona, Dios tutelar de los cantantes nicaragüenses, ya tiene la suya).
Este primer programa acaba cuando, después de doce horas agitadas, Carlitos se va a la cama y vemos un adelanto de lo que vendrá cuando visite la grabadora donde lo reciben con “esta es tu nueva casa”, que se congela cuando él confiesa, todavía en compañía de papá y mamá, que quiere grabar sus propios temas; una afirmación que lo hace ganar puntos delante mío, dándole un toque de rebelión contra la perfecta maquina de marketing que lo maneja sabiendo que este programa es, apenas, la constatación de un hecho: la mayoría de los American Idol (como demostró oportunamente la primero ovacionada y luego olvidada Rosa de España en otro reality) necesitan de la promoción constante de la compañía para mantenerse a la vista de un público que esta dispuesto a gritar enloquecidamente durante los primeros tiempos bajo los efectos de la resaca televisiva pero, con la misma intensidad, olvidan al viejo ganador apenas se consagre el segundo y este sea, oportunamente, reemplazado por un tercero...
La única forma de conseguir un publico leal sin el apoyo de un programa propio es destacar del resto, eligiendo las canciones adecuadas y mostrando un carisma a toda prueba, que se vea –aunque no sea- natural, como demostró David Bisbal con canciones horribles pero efectivas a la hora de que el publico lo recordara como ese chico de los rulos que cantaba y se movía histéricamente sobre el escenario en una parodia del español excesivamente alegre.
Como el nuevo “Latinamerican Idol” (¿por qué nunca lo dicen en español?) no parece tener todavía esa habilidad, “El ídolo” funciona como un apoyo que le da visibilidad en prime time mientras graba y promociona, a toda velocidad, su primer disco, filma su primer videoclip y prepara sus primeras presentaciones en vivo como solista: todo en tiempo real para hacernos sentir que seguimos pegados a él y vemos todo lo que él ve, incluso el lado desagradable de ser, apenas, otro latiamerican idol.

2. En el recorrido que propone “El ídolo”, es interesante que me caiga tan mal el personaje en cuestión por su adicción a la moda (¿cuál es el nombre científico que le dan a eso para hacernos creer que es cool ser un adicto a lo último de lo último?) que incluye el pelo parado, anteojos negros a toda hora, chaleco y diferentes remeras ajustadas de colores fuertes, mientras, bien atrás, su familia forma un grupo cerrado al que no se olvida nunca de nombrar como influencia benéfica por sus sabias enseñanzas de vida.
Lo más divertido –a pesar de haberlo visto tantas veces ya, sigue asombrándome- es un publico que parece totalmente dominado por las instrucciones de los productores de turno: gritan, levantan carteles, luchan por los primeros lugares como si estuvieran poseídos por una pasión desmedida por una persona a la que, hasta hace tres meses, no conocían y por la que hoy están dispuestos a humillarse públicamente varias veces al día.
En ese entorno de histeria colectiva, la reacción del padre (que conduce la camioneta hacia el primer recital publico de su hijo) pidiendo: “no firmes tanto que no llegamos más”, es lo más divertido y “real” del programa junto a la aparición del padre de Ricardo Arjona (que parece muy petiso para ser realmente quien dicen que es, aunque no tengo porque dudar de él), quien le recuerda al nuevo ídolo (tal vez intentando salvar los ingresos de su hijo) que este es apenas el primer paso de su carrera.
Todo lo demás, aunque repetitivo –los gritos, los fans, las remeras con su cara: esa estructura omnipresente desde que Elvis y los Beatles se hicieron famosos- me sirve para esbozar una teoría de la necesidad de la gente de pertenecer a algo más grande que ellos mismos en la era de la sobreexposicion del Yo, aunque sea como actores de reparto, figuras gesticulantes que aparecen y desaparecen adelante del nuevo ídolo pop adolescente que los olvidara tan rápido como ellos a él.
Lo mejor de este primer programa sigue siendo la familia, con la madre, que hace largos monólogos sobre la importancia de que su hijo no abandone nunca todo lo que le enseño mientras los dos hermanos, convertidos en figuras secundarias, hacen comentarios que intentan rescatar al Pablo pre-fama, junto a la novia que parece destinada al olvido aunque en el escaso minuto que le dan de cámara recuerda que hace un año que son pareja y cuando Carlitos no era famoso iban tres veces por semana al cine y ahora nunca. (¿Tiene sexo la nueva estrella pop o eso también esta prohibido por contrato? Todo, por el momento, huele a castidad firmemente custodiada por mamá y papá, los encargados de mantener la gallina de los huevos de oro en el corral dorado correcto).
Tantas justificaciones no deben servir de mucho cuando las chicas se suben una y otra vez a la camioneta que los lleva al palacio presidencial, intentando, -en una parodia de los viejos mártires católicos-, dejarse atropellar con tal de recibir un autógrafo: una muestra de fe cautivante para los que miramos todo sentados cómodamente detrás de la pantalla.
El programa es corto –media hora- y, supongo, si no tengo nada más que hacer, seguiré viéndolo el próximo sábado, esencialmente para ver como reacciona Pablo a las indicaciones de su nuevo productor, alguien que no parece caerle muy bien solo “porque no es conocido”.
Imagino que lo haran cantar la suficiente cantidad de covers para asegurarse que los fieles de primera hora lo compren y algunas composiciones firmadas por profesionales en asesorar a estrellas en ascenso sobre los riesgos de salirse de los caminos seguros, es decir, canciones llenas de lugares comunes de consumo fácil.
Tal vez, con un poco de suerte, Carlitos pueda finalmente colocar alguna de sus composiciones con las que recibir una parte ínfima de los ingresos que esta generando la empresa experta en crear –y desmontar- nuevos ídolos pop, hechos a la imagen y semejanza de los deseos del público; un publico que se aburre rápidamente de sus deseos y para quien el propio ídolo pierde interés y sustancia, (como si fuera apenas una realidad creada por ellos mismos), a medida que los nuevos postulantes de American Idol 2008 se presentan para la nueva selección.

3. Y hablando de “Latin American Idol 2008”, espero ver los concursantes que habrá este año, especialmente las primeras pruebas donde todo el mundo se presenta, literalmente, para conseguir sus cinco escasos minutos de fama, seguros de tener lo que la cámara quiere y sabedores de que fuera de la exposición publica, en pleno siglo XXI, no vale la pena vivir.
De esta manera, un personaje llamado Renaldo Lapuz, consiguió en la gala final del ultimo American Idol, cantar “We're Brothers Forever”, su horrible canción de 3 estrofas en horario central, acompañado por una banda profesional de músicos y coristas ante millones de personas.
Con ese empuje televisivo, ¿porqué no imaginarle una sobrevida convertido en el nuevo Liberace, dando conciertos por todo el país con apariciones en talk-shows antes de terminar con su propio show en Las Vegas, una ciudad especialista en reciclar viejas glorias como Elvis para un público nostalgico y amante del kistch?
La cancion de Lapuz, por cierto, tiene esa adictividad propia de las cosas sin sentido que uno puede repetir eternamente convencido de que es gracioso, al igual que “3 elefantes se columpiaban...”, con el ADN caracteristico de la marca “American Idol”: un optimismo a toda prueba y la capacidad chicle de quedar pegado al oido con su rintintin empalagoso: “I am your brother / your best friend forever / singin' the songs /the music that you liiiiiiiike // We're brothers 'till / the end of time / together forever / 'till the end of time”.
Personalmente disfruto –de hecho, me rió a carcajadas- de las cosas que las personas esta dispuestas a hacer para triunfar, disfrazándose, gritando, vistiéndose extravagantemente, mientras aseguran –conocedores de todos los trucos para llamar la atención de los editores- que ellos son el próximo ídolo de Latinoamérica.
¿Hay tanta necesidad de fama? ¿Solo se puede sobrevivir siendo famoso? Muchos de los que se presentan saben que no son buenos cantantes pero apuestan a que si llaman suficientemente la atención, alguien –un productor, un director, ¿Dios?- les dara la oportunidad que nadie más le dio.

4. Y los deseos de estas personas simplemente reflejan un hecho: la multitud de personajes que, siguiendo el ejemplo de Paris Hilton, desfilan por televisión sin que nadie sepa muy bien que hacen. ¿Son actores? ¿Cantantes? ¿Diseñadores? ¿Escritores? ¿Conductores?
No. Simplemente son famosos: personas que se hicieron conocidos por hechos normalmente alejado del arte (recordemos porque se hizo famosa Paris Hilton...) y a quien una sucesiva aparición en programas de televisión –el nuevo Hollywood a la hora de consagrar nuevas figuritas o relanzar viejas estrellas como Charlie Sheen- le dio la suficiente fama para asegurarle roles en películas menores y nuevos shows donde se limitan a prestar su presencia mientras la mayoría silenciosa que los mira detrás de las pantallas deciden que si ellos, que no saben hacer nada, pudieron, nosotros también, y en base a esa peregrina idea harán cualquier cosa prácticamente gratis para estar frente a las cámaras; un hecho que hace que cada nueva edición de programas como “American Idol” tenga asegurada la suficiente cantidad de personajes extravagantes que son los que le dan color al programa.

5. Y aunque no pensaba hacerlo acabo de terminar de ver, el segundo episodio de “El ídolo” y veo que acerté en mis impresiones sobre la ahora ex–novia del nuevo ídolo pop.
Y mientras vuela en avión a México, aparece el productor del disco manejando y diciendo con cara de dormido que tuvo que grabar toda la música rápido, muy rápido, en dos días, porque los ejecutivos quieren aprovechar la promoción del programa para venderlo.
Esa estética, que finge desnudar los mecanismos de la industria hace que me fije en cosas aparentemente intrascendentes como la madre, que casi se pone a llorar al escuchar una balada que su hijo tiene que cantar mientras el productor –que, como recuerda el desesperanzado ídolo no es Emilio Stefan, lo cual habla mucho de sus gustos y el tipo del mercado al que aspira- le dice, con una sonrisa cruel, que si es necesario le va a pasar un tema cien veces hasta que le guste, y él, pobrecito, con esos pelos parados tan a la moda, sonríe tímidamente y no dice nada, y graba algunos temas y finalmente, de regreso al hotel, confiesa que en realidad todo esta bien, que el productor no es tan malo como pensaba y se ríe y todos somos felices.
Mientras termino de escribir todo esto, pienso en lo interesante de vivir una situación así a los 19 años: chicas, fama, dinero. Es como sacarse una lotería aunque yo, personalmente, no creo que el fenómeno dure mucho, teniendo en cuenta los antecedentes anteriores y que la maquinaria del programa, bien aceitada tras dos entregas, ya esta preparando su próxima competencia que suena, al menos para mi, a eso de a rey muerto rey, puesto y a que, peor aun, si le preguntara a cualquiera quien gano el Latinamerican Idol anterior simplemente no sabrían que decirme (¿o solo soy yo?)
Apago el televisor. Debí tomar más notas porque no me acuerdo de nada más interesante para contar. El sábado veré la repetición. A ver que me olvide.

6. Y como todo trabajo en progress, acabo de ver el episodio donde Carlitos viaja a Buenos Aires para filmar su primer video –las ventajas del dólar bajo- y los directores descubren que es demasiado petiso y las modelos argentinas demasiado altas –metro ochenta la que eligieron, aunque no dicen cuanto mide él- y lo llevan con porteños prototipicos que lo miran con algo de desconfianza mientras intentan convencerlo que la diferencia de altura no es importante, aunque todos parecen reírse a sus espaldas y aseguran que hay métodos para que no se note la diferencia aunque al final terminen cediendo y mandando a la chica a su casa mientras el simpático ídolo sigue apretando manos y diciendo que esta contento de estar en Argentina aunque este muy cansado y es su hermano convertido en su asistente personal, el encargado de que descanse un poco porque las fechas ya están pautadas y dormir es un lujo innecesario que una futura estrella pop debe evitar mientras sea posible (esto me recuerda, de nuevo, a David Bisbal, quien también trabaja con su familia porque su padre, se supone, fue una estrella fugaz en los 70 y su manager se fugo con todo el dinero).
Y mientras arma lo que se supone es su primer show en vivo, el encargado de sonido (¿o productor?), un argentino de mal carácter, le recalca varias veces casi a los gritos que si piensa cantar tantas canciones empalagosas y además hacer un set acústico, el recital va a ser insoportablemente aburrido.
Y Carlitos no sabe para donde mirar porque nadie lo preparo para esto y el hermano mayor no aparece por ningún lado para defenderlo mientras el encargado sigue machacando con su idea y refregándole en la cara (a él y a nosotros) que todavía es un adolescente y no tiene la autoridad necesaria para imponer sus opiniones y caprichos como otras estrellas que tuvieron el tiempo necesario para aprender a hacerse respetar (por alguna razón, asocio todo esto con Sinatra y sus cambios de humor que lo llevaban a arrojar cualquier objeto que tuviera a mano al que le discutiera, incluyendo a su viejo amigo Dean Martin).
En ese momento, el pobre Pablito me da lastima y me recuerda mi primer trabajo, cuando me colocaron en una oficina, frente a una computadora y nunca me explicaron claramente quien podía y quien no darme ordenes y me pase prácticamente una semana sin saber si tenia algún derecho o solo debía obedecer y callarme, especialmente porque en ese 2002, la mayoría de la gente no tenía trabajo y cualquier –incluyendo a un programador novato- podía ser puesto de un día para otro en la calle y ser reemplazado inmediatamente por la interminable cantidad de gente que esperaba una oportunidad.
Viendo a Pablito sentí que estaba en la misma posición, totalmente inseguro –a pesar de haber ganado el premio mayor y el apoyo de miles de fans- de que era lo que podía y no podía hacer: si, él era la estrella, pero el productor, el encargado de sonido, los directores de los videoclips: todas esas personas parecían saber más que él y su opinión –o la de su hermano-, como la de recién llegados a un mundo maravilloso pero desconocido, apenas valía nada: eran invitados de piedra, reconocidos pero destinados a desempeñar un papel secundario.
Gracias a Dios, la aparición de un nuevo personaje del clan, la abuela, con una troupe (la familia Chan) salva la situación y le da un toque humorístico al programa, con lo que parece un sketch cómico: la mujer de unos 80 años visita diversos barrios pegando carteles para promocionar el recital de su nieto mientras aclara que la idea era cambiar el nombre del pueblo y ponerle el de Carlitos pero las leyes no lo permitieron.
Conociendo la inmensa maquinaria detrás del programa, más allá de los deseos de la abuela de ayudar a su nieto, este nuevo barniz para mostrar el lado “familiar” de la nueva estrella suena a maquinación habilmente planeada porque, con todo el dinero que llevan gastado en publicidad hasta ahora, ¿no podían simplemente encargarle a cualquier agencia especializada en el tema que se hiciera cargo de todo?
Por supuesto, el toque familiar ayuda a vender y fortalece la imagen de intimidad que el programa vende: sin la presencia de la novia, el ahora soltero y familiero Carlitos es la estrella perfecta que, supongo, el mercado sigue buscando: un par de lagrimas más (¿otro productor enojado gritándole?) y, tal vez, le pongan su nombre a la provincia donde vive mientras las personas levantan su pequeña estatua con un micrófono en la mano y su abuela llora.
¿Y quien puede olvidarse de una imagen así?

miércoles, 5 de agosto de 2009

Ricardo Piglia y el uso de la critica

Este texto apareció el año pasado y siempre me gusto mucho por eso es el primero en ser rescatado, posiblemente en un futuro cercano, escriba de nuevo sobre Piglia y su maravillosa teoria del complot

Se puede leer parte de la obra de Ricardo Piglia en los 80 como una suma literaria que comienza con Respiración Artificial (1980) y termina –parcialmente- con la publicación de “Critica y ficción” en 1986. Una suma que combina la ficción y la critica para hacer una análisis –premonitorio en el caso de “Respiración...”- del uso que el poder político hace de la literatura en el marco del regreso a la democracia y el enamoramiento de parte de los intelectuales argentinos con Raul Alfonsin.
El borrador original de este proyecto para construir canales críticos “fuera del circuito cerrado de la academia y los congresos de escritores” aparece en “Respiración artificial”, donde Renzi, el alter-ego ficticio de Piglia, dice que hasta bien entrado el siglo XX la literatura argentina tiene un uso político, vinculado a las alianzas y peleas de los diferentes actores sociales, cuyos resultados son visibles en libros como “Facundo” y el “Martín Fierro”, destinados a imponer una visión “definitiva” de la realidad: “el Facundo es como un virus: todos los que lo leen empiezan a ver civilizados y bárbaros. [...] Sarmiento nos da la realidad bajo su forma juzgada [...] Digamos que definió la tradición de los vencedores”.
En “La Argentina en pedazos” Piglia ilustra su teoría con once textos muy breves –nunca más de mil palabras- a través de la ficción de, entre otros, Esteban Echeverría, Jorge Luis Borges, Julio Cortázar y Manuel Puig describiendo “una trama donde se pueden descifrar o imaginar los rastros que dejan en la literatura las relaciones de poder, las formas de la violencia. Marcas en el cuerpo y en el lenguaje, antes que nada, que permiten reconstruir la figura del país que alucinan los escritores. Esa historia debe leerse a contraluz de la historia ‘verdadera’ y como su pesadilla”.
“Critica y ficción” (entrevistas, respuestas a cuestionarios, ponencias universitarias) cierra el circulo y permite entender el trabajo que Piglia desarrollo, con un discurso critico que, al desplegarse en medios tan distintos, parece fragmentado, pero que esta unido por una línea de pensamiento que estudia la manera de difundir un mensaje de forma poco tradicional para alcanzar “un público mucho más amplio que si yo las hubiera escrito en un ensayo de critica. Es decir que de pronto ciertas hipótesis que se discuten allí sobre literatura argentina fueron discutidas en ámbitos mucho más amplios que si yo las hubiera enunciado en un libro de ensayos”.
Borges, -como señala el mismo Piglia en uno de sus ensayos- hace una tarea parecida en 1933, cuando se adelanta a los libros que van a comenzar a aparecer sobre la metafísica nacional con un artículo que los sintetiza en cinco páginas.
Piglia lo toma como ejemplo y, a través de estas intervenciones en medios populares, repite el gesto borgeano, captando y exponiendo el núcleo central de lo que se esta discutiendo en ese momento (la relación entre los intelectuales y el poder, con la asunción de Raúl Alfonsin y un grupo de escritores, bautizado popularmente como la patota cultural, que lo apoya) sin darle un formato profesional y respetable: es decir, a diferencia de sus contemporáneos, no lo convierte en libro, no escribe un inmenso ensayo estudiando el tema -que seguramente hubiera sido un best-seller- y prefiere discutir desde los márgenes, obligando al lector a buscar ese discurso fragmentado, perdido, que empieza en “Respiración artificial”, continua en “La Argentina en pedazos” y termina temporalmente en “Critica y ficción”: “una manera de ver la política en la literatura que me parece más interesante y más instructivo que los trabajos de los llamados analistas políticos, sociólogos e investigadores”.
El modelo al que remite es al escritor como un ladrón que borra sus huellas perseguido por un lector que debe unir ese texto redactado en diferentes registros y lugares: “un relato fragmentado, casi anónimo, que resiste y construye interpretaciones alternativas y alegóricas”.
Así, desde los márgenes de la cultura, Piglia sintetiza el eje principal del debate conectandolo con una amplia mirada hacia atrás para mostrar como se inicia esa relación, trabajando la literatura en una época de gran agitación social y política –juicio a los militares, intentos de alzamientos armados, paros masivos- como laboratorio para “entender lo real, para extraer hipótesis sobre el funcionamiento de la literatura, sí, pero también acerca de cómo funcionan el lenguaje, las pasiones, la misma sociedad”.

El porque de este blog

La idea de este blog es simple: publicar los artículos y ensayos tal cual fueron escritos para que ustedes, invisibles lectores, puedan acceder directamente a ellos y comparar la diferencia entre el trabajo original y su versión publicada -muchas veces censurada atrozmente por los editores de turno.
Iré mezclando distintos trabajos, sin seguir un orden muy lineal, esperando respuestas, comentarios, sugerencias y acotaciones -también maldiciones, correcciones e insultos, por supuesto- sobre mis cambiantes gustos e intereses, tal cual quedan reflejados en mis artículos.
Espero que disfruten leyéndolos, tanto como yo disfrute escribiéndolos.