martes, 29 de diciembre de 2009

Dibujos, negocios y patriotismo.

Este artículo fue escrito después del atentado a las Torres Gemelas intentando mostrar el impacto que el hecho habia tenido en un género aparentemente menor, a pesar de ser usado por los sucesivos gobierno para promocionar sus políticas en publicos másivos.

En www.loc.gov/exhibits/911/911-home.html, la página on-line del Congreso, Superman rinde homenaje a los héroes comunes -bomberos, policías y paramédicos- mientras un hombre mira una columna de humo que se eleva desde la pantalla de su televisor, la sangre le mancha la alfombra y un polvo gris le cubre la cabeza y los hombros en el aire viciado de su cuarto. El hombre sentado, un frágil anciano dibujado por Will Eisner, no tardó en confundirse con el ágil patriotismo de los superhéroes enviados a luchar contra el hombre que había adquirido status de villano sin superpoderes horas antes.
Los lectores abrieron los corazones y las billeteras, a la hora de cantar el himno nacional y saludar, brazo en alto, a los héroes que marchaban porque, como denunció William Gaines luego de la caza de brujas que terminó con su editorial E.C.: las cosas son tan simples y repetitivas en Norteamérica que todo se convierte en negocio de las grandes compañías que imponen sus monopolios intercambiando favores con el gobierno. Así, a mediados de los cincuenta, luego del control impuesto por el gobierno con el sello Approved by the Comics Code Autority, dos editoriales se quedaron con el mercado de superhéroes antes de ser devoradas por peces mas grandes y con menos escrúpulos. Los gerentes de ambas editoriales demuestran su respeto por la ley usando superhombres dependientes de la autoridad, donde Superman puede terminar como modelo temprano de los soldados torturadores de Irak. A ambos lados de la experiencia, hombres y personajes se limitan a obedecer.
A los guiones de El Capitán América, Superman o Hulk comienza a decaerles la lógica interna frente a la necesidad del MENSAJE, esa obligación de dejar claro, cuadro a cuadro, a medida que pasan las páginas y los números se amontonan en los kioscos, que estamos listos para enfrentar al enemigo. Como muestra el Amazing Spider Man 36 del 14 de Noviembre del 2001 donde el Hombre Araña baja a trabajar junto a sus ex enemigos mortales; una parábola transparente de las precarias y elásticas relaciones que Estados Unidos establece con sus colaboradores, donde el amigo de hoy bien puede ser en el enemigo de mañana o viceversa; y una muestra de la fragilidad del mundo de papel sometido a presiones externas que terminan creando paradojas caminantes con sus personajes, porque los superhéroes que ayer vieron desaparecer planetas enteros sin pestañear, hoy son obligados a trabajar juntos frente a un hecho mínimo, desde su perspectiva de observadores de catástofres planetarias, como la destrucción de las torres. Si Marvel tenía que contar esta historia, anotaron los críticos sagaces, debieron usar a la Tía May, una persona desacomodada por la tragedia, no a un superhéroe que convive diariamente con ellas.
Para seguir empujando una maquinaria de guerra lenta y vacilante, en el primer número de su nueva saga llamada The New Deal, el Capitán América eleva su escudo entre un ejercito que avanza y un cielo lleno de aviones mientras la bandera flamea a su espalda: el hilo conductor se afirma haciéndolo participar de las tareas de rescate de las Torres Gemelas, liberando a un pueblo de los terroristas y expresando claramente su deseo de encabezar la lucha. Para que el paquete este completo y las paredes de los clientes no queden vacías, Marvel saca tres litografías: en la primera, el capitán sigue prometiendo pelea, actitud coherente con sus comienzos de supersoldado nacido en los sótanos del Pentágono para defender "la libertad y la justicia": basta ojear viejos cómics para comprobar que los superhéroes patriotas se pusieron de moda en marzo de 1941, cuando Norteamérica todavía era neutral y a diferencia de Superman (que se alistaría en noviembre), el personaje vendía un millón de ejemplares peleando contra el agente alemán Red Skull en el interior de su revista y derribando al Führer en la portada, antes de terminar congelado dentro un iceberg mientras el hombre de acero volvía a forjar herraduras siguiendo las directivas oficiales que pedían a los soldados reintegrarse a la vida civil.
"Los héroes que pueblan nuestro universo de fantasía pueden volar, doblar el metal y alzar toneladas de escombros con sus manos desnudas. Desafortunadamente, los héroes reales del World Trade Center no poseían ninguno de esos poderes... y murieron, dejando atrás esposas, maridos y niños. Y a diferencia de los héroes de nuestra imaginación, ellos no volverán. Ni el próximo mes, ni el próximo año", escribió Jusko, que dibujo una segunda litografía del capitán despidiendo a los muertos con un saludo militar.
Estos productos encajan en la línea montada por la voluntad brutal del atentado donde el respeto a los hombres comunes es el denominador que iguala las voluntades y domestica los discursos a la hora del comercio, lo que permite juntar a rebeldes y sumisos en actos masivos con fines caritativos. Neil Young presenta Let's Roll, siguiendo la versión oficial sobre los pasajeros que trataron de recuperar el control del avión; Saturday Night Live abre con el alcalde Rudolph W. Giuliani rodeado de policías y bomberos y Marvel saca Héroes con Neil Gaiman, Alan Moore y Frank Miller evitando el tono sentencioso y monocorde que empieza a superpoblar los guiones de mensajes y discursos; la continuación de Héroes, A moment of silence, con prólogo del ya omnipresente Giuliani, respeta la línea general -honrar a los hombres caídos y castigar a los culpables-: "Pienso que precisamente ahora nos damos cuenta de que no tenemos que leer ficción para encontrar ejemplos de heroísmo. Los verdaderos héroes (norte) americanos han estado siempre con nosotros. Son nuestros bomberos, oficiales de policía y otros equipos de rescate, que exponen sus vidas cotidianamente para protegernos del peligro») mientras Marvel, -a través del mecanismo instalado y perfectamente aceitado de marketing con el que Héroes vende ejemplares por 250.000 dólares en dos meses- lanza las tres miniseries de The Call for Duty: The Brotherhood (bomberos), The Precinct (policías) y The Wagon (médicos de emergencias) presentadas como "el primer nuevo lanzamiento de una serie nueva desde los New Warriors, diez años atrás. Lo vemos como una franquicia a largo plazo".
Frente a estos combos de consumo masivo y digestión rápida, forjado en el ideal de americano donde la bandera y el hombre fuerte son vistos como negocios rápidos de salida fácil, Dark Horse y DC Comic editan 9-11: Stories to remember con personajes como la anciana que, luego de las explosiones, encuentra compañía en un perro; "Have You seen..." que recuerda que muchas de las víctimas son inmigrantes y "No Sale", una denuncia del comercialismo detrás de los homenajes rodeadas del sentimentalismo pegajoso de Tradition o Wake Up, donde una madre tranquiliza a su hijo diciendo: "Mi corazón es irrompible porque te tengo a vos en él".
Jeff Mason de Alternative Comic edita 9-11: Emergency Relief, 208 páginas de historietas en blanco y negro con la excepción de Will Eisner que dibuja a un hombre sentado viendo sangrar su televisor en un potente rojo; las historias aprovechan el enfoque autobiográfico profundizando su reciente experiencia: en Tesoro, un guionista cuenta como entretuvo al hijo de su vecino, un bombero desaparecido, mientras la madre esperaba noticias.
World War 3 tiene una estética similar a 9-11 con una agenda más aguda. Publicada por primera vez en 1979 por Seth Tobocman, Peter Kuper, Sabrina Jones y Jordan Worley, mezcla arte y activismo en historias de brutalidad policíaca en el Bronx o la violación de los derechos humanos; en el número homenaje, Christopher Cardinale describe el ataque desde la perspectiva de alguien que esta en la calle, mostrando las reacciones de los personas a su alrededor, incluyendo a los turistas que sacan fotos y comentarios como "¡Esta noche iremos a patear traseros palestinos!" o Seth Tobacman en "No murieron suficientes personas" llevando al limite la lógica de castigar a cualquiera que le haya dado dinero a los terroristas: "Comencemos con Ronald Reagan" y eliminemos a cualquiera que compre nafta. Peter Kuper explicó: "Yo pienso que el número del 11 de septiembre es nuestro mejor número. Realmente. Fue hecho por personas que estaban aquí y experimentaron la cosa completa de primera mano. No hay nada que comparar con la narrativa en primera persona. Tiene el valor de agregar conocimiento al evento y porque nuestras percepciones son todas individuales, no todos tuvimos las mismas reacciones. Intentamos capturar eso en el número, junto a piezas que son investigaciones de la historia política americana."
Marvel saca su antología 411, número telefónico de primeros auxilios: "411 es proraza humana. Es un tributo a los pacificadores, a la gente que ofrece la otra mejilla a la violencia, a aquellos que se rehúsan a perder de vista el punto de que sus enemigos también forman parte de su propia comunidad», escribió el 7 de marzo de 2003 el presidente de Marvel, Bill Jemas.
En "Solo los fanáticos van al cielo", Tomás Eloy Martínez muestra las dudas que empiezan a surgir debajo de la superficie de los hechos, ese silencioso pero veloz avance del autoritarismo sobre la gente común que confundida por los hechos convierte sus miedos en discriminación y violencia, incluyendo a hombres como Duck Bebil, un obrero que trabajo sin protección en la zona del atentado durante tres meses: dentro de su casa hay una bandera norteamericana rota y quemada, la decoración principal de su sala es un afiche que representa el cuadro de Jasper Johns, Three Flags y en la ventana que da a la calle cuelga otra bandera de dos metros con la que pidió que lo entierren. “Quiero a los Estados Unidos con devoción y no tolero a nadie que sienta de otra manera. Arabes, mexicanos, chinos, toda esa gente que ha encontrado aquí trabajo y paz debería irse si no está dispuesta a morir por este país, como yo” le dijo a Tomás Eloy Martinez, el hombre nacido en Sicilia como Giuseppe Bevilacqua.
La convivencia planteada por las editoriales entre superhéroes y hombres comunes no le recordó a nadie el diálogo entre un Superman al servicio de Ronald Reagan y el Batman desquiciado de El retorno del caballero oscuro (1986): "Nos matarían si pudieran, Bruno. Ellos, la gente común, se hacen más pequeños cada año. Y nos odian más, año a año. No debemos recordarles que hay gigantes caminando sobre este planeta. Hace años, cuando comenzó el escándalo avivado por los grupos de padres, y el Subcomité llamó a todos los superhéroes para que declaráramos, fuiste el único que se rió, con esa risa helada que te caracteriza, y dijiste: Por supuesto que somos criminales. Siempre lo hemos sido. Debemos serlo”
Una exposición en el museo Whitney trato de resumir cómo el mundo sintió a los Estados Unidos en los últimos años. El título de la muestra es The American Effect y a la entrada, en una instalación del francés Gilles Barbier, los superhéroes han envejecido e inspiran compasión: el anciano Superman, canoso y con anteojos se arrastra con ayuda de un andador, mientras una varicosa Mujer Maravilla vigila el suero que va a las venas del Capitán América, y una Gatúbela decrépita contempla las terrenales violencias de Los Soprano.

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