sábado, 7 de noviembre de 2009

Gente que piense ideas locas.

“La fantasía trata de aquello que la opinión general considera imposible; la ciencia ficción trata de aquello que la opinión general considera posible bajo determinadas circunstancias”.
Philip K. Dick.


En 1938, John W. Campbell, editor de una revista de ciencia ficción llamada “Astounding”, escribió que el descubridor de la energía atómica existía y estaba trabajando anónimamente en algún lugar de Norteamérica; diez meses después, confirmo su premonición con un nombre: Otto Hann, descubridor de la física nuclear.

Campbell se convirtió en editor de “Astounding” a fines de 1937 anunciando una nueva era para la ciencia ficción basada en historias escritas, preferentemente, por hombres con experiencia en ciencias duras. Uno de sus primeros descubrimientos fue Isaac Asimov, quien lo visito en su oficina a los 18 años para ofrecerle un relato que Campbell rechazo; con el tiempo, Asimov publico decenas de historias en “Astounding” y, en compañía de Campbell escribió sus dos series más conocidas: “Yo, Robot” y “Fundación”.

La insistencia de Campbell para que sus escritores escribieran relatos basados estrictamente en hechos científicos genero el material que le dio forma a la “edad de oro de la ciencia ficción”, con novelas y cuentos protagonizados por ingenieros y llenos de nuevos inventos e hizo que dos agentes del FBI lo visitaran en 1944 para interrogarlo por un relato de Cleve Cartmill llamado “Deadline” que describía, literalmente, como sería la bomba atómica que Estados Unidos todavía no había arrojado sobre Japón.

Campbell convenció a los agentes de su inocencia mostrándole la interminable pila de revistas y libros científicos que guardaba en su oficina y las cartas de policías y políticos conservadores de todo el país que lo felicitaban por sus ideas anticomunistas: claramente, él no era el enemigo al que buscaban; solo quería inspirar a los demás, y lo estaba logrando, porque, según sus estadísticas, gran parte de sus lectores eran científicos reconocidos que trabajaban para el gobierno en el prestigioso MIT.

El FBI finalmente acepto las explicaciones pero, como precaución, le prohibio publicar historias sobre tecnologia nuclear hasta que terminara la guerra, lo que convenció definitivamente a Campbell de la importancia de su revista como inspiración secreta de los hombres y mujeres que trabajaban para el gobierno: en 1969, reunió a sus colaboradores para festejar la llegada de Armstrong a la Luna diciendoles: “Nosotros lo hicimos, por pocos centavos la página”.

Los escritores que Campbell descubrió en esa época también incluían a Robert Anson Heinlein, un ex militar que publico su primer relato en 1939, a los 32 años, convirtiéndose rápidamente en el autor más famoso del género junto a Asimov y Arthur C. Clarke.

A principios de los 80, Heinlein, siguiendo el ejemplo de Campbell, lideraba un grupo llamado “Citizen’s Advisory Council on National Space Policy” que se reunía semanalmente con otros autores populares como el ingeniero de la Fuerza Aérea Dean Ing; el analista político Jerry Pournelle, Ben Bova, editor técnico de la “Martin Aviation” y gerente de marketing de “Avco Everett Research Lab” y el matemático Larry Niven para discutir “ideas locas”.

Los integrantes de Citizen solían convocar a científicos espaciales, ingenieros, ejecutivos de la industria aeroespacial, oficiales militares y astronautas como Buzz Aldrin para sugerir ideas y nuevos inventos al gobierno.

Uno de sus invitados permanentes era el físico Edward Teller, inmortalizado por Stanley Kubrick en su película “Doctor Strangelove”, quien aseguraba, para satisfacción de sus anfitriones que, “en el largo plazo, autores como Heinlein, Clarke y Asimov son más importantes que cualquier secretario de Defensa”; opinión con la que coincidían científicos reconocidos como Carl Sagan: “La relación entre las descripciones que de Marte hace la ciencia ficción y la exploración actual del planeta es tan estrecha que, después de la misión del Mariner 9 a Marte, somos capaces de atribuir a algunos cráteres marcianos nombres de personalidades fallecidas del mundo de la ciencia ficción... Una de las cualidades de la ciencia ficción es la de poder transmitir fragmentos, sugerencias y frases de conocimientos desconocidos o inaccesibles al lector, ‘And He Built a Crooked House’ de Heinlein posiblemente fuese para muchos lectores la primera introducción a la geometría tetradimensional con alguna posibilidad de ser entendida. En un trabajo de ciencia ficción reciente se presentan las matemáticas del ultimo intento de Einstein en tomo a la teoría del campo unificado; en otro se expone una importante ecuación relativa a la genética de poblaciones”.

Por intermedio de Teller, Ing y Pournelle le regalaron al presidente Reagan su libro “Supervivencia mutua asegurada”, y este quedo tan impresionado que escribió una contratapa alabándolo. Cuando, poco después, Teller le presento a Reagan la idea de Heinlein sobre una vasta red de satélites que, cargados de mísiles nucleares y lásers, formarían un escudo que volvería inmune a Norteamérica contra cualquier ataque enemigo, Reagan acepto inmediatamente el proyecto y el 23 de marzo de 1983 anuncio oficialmente el nacimiento de la “Iniciativa de Defensa Estratégica”, una combinación de satélites y rayos láser que la prensa simplificaría como “Star Wars”. (En su novela de 1985, “Fotball”, Pournelle y Niven transcribirían su experiencia al contar como varios autores de ciencia ficción, incluyendo a un tal Robert Anson, asesoran al presidente de Estados Unidos).

El apoyo explicito de Reagan a esta idea, blanqueaba una costumbre que el gobierno americano habían llevado a la practica en secreto desde la década del 50, cuando las agencias gubernamentales comenzaron a experimentar con las ideas que los escritores de ciencia ficción esbozaban en sus relatos. El programa más ambicioso llamado “Star Gate” involucraba a 23 telépatas encargados de obtener visiones de lugares lejanos, encerrados en compartimientos cerrados para preservarlos de la radiación. “Star Gate” fue clausurado en 1994, tras décadas de experimentos fallidos y millones de dólares invertidos.

Después de los atentados del 11 de septiembre del 2001, (que la comisión investigadora llamo “un fracaso de la imaginación”), el gobierno decidió convocar nuevamente a un grupo de escritores para que se encargaran de asesorar al “Departamento de Seguridad Interior”.

Arlan Andrews fue el encargado de reunir a los escritores interesados en participar de este nuevo grupo bautizado “Sigma”, luego de confesar que había escuchado versiones más originales y apropiadas del futuro en convenciones de ciencia ficción que en las reuniones de gobierno en Washington donde participaba como científico.
“Nosotros nos pasamos nuestras carreras como escritores viviendo en el futuro”, explica hoy Andrews, para quien, los responsables de defender la nación necesitan “gente que piense ideas locas” porque son precisamente esas ideas las que luego se corporizan en tecnologías factibles, en una referencia implícita a Arthur C. Clarke, quien en 1948 publico un articulo donde planteaba la posibilidad de la comunicación satelital, una idea que, por entonces, como anoto Asimov, “parecía ciencia ficción pero no lo era. Ahora la tenemos y Arthur dice que si hubiera tenido la precaución de patentar algunos de sus conceptos básicos, sería ahora un hombre increíblemente rico”.

Las ideas del grupo incluyen “Sigma World”: un mundo virtual con representaciones realistas de ciudades como Bagdad o Washington que permitiría al gobierno ensayar armas y probar nuevas tecnologías y la formación de grupos especiales, integrados por investigadores en biometría y expertos en efectos especiales que ayudarían a comparar las caras de la gente que camina por los aeropuertos con las fotos de terroristas.

David Brin, autor del libro en el que se baso la película de Kevin Costner, “El cartero”, impulsa la idea de que cada ciudadano tenga un entrenamiento en defensa civil; un regreso a los años cincuenta y la Guerra Fría, cuando se educaba a los niños para esconderse bajo los pupitres y se impulsaba la política de que los ciudadanos construyeran bunkers en sus jardines.

“Si toda esa gente hubiera tenido un celular y un sargento o coronel de defensa civil en cada esquina, los organismos de emergencia y el intendente de Nueva Orleans se podrían haber “bypasseado”. La gente sabe lo que hace. Y van y lo hacen”, aclara Brin, quien, como el resto de sus compañeros, pertenece al ala derecha de la ciencia ficción que, como sus antecesores del grupo “Citizen...”, tienen a Campbell como una de sus principales inspiraciones al considerar las ventajas de trabajar para el gobierno, sin cuestionar sus decisiones y dándole nuevas herramientas para combatir a sus enemigos.

Larry Niven, quien participa marginalmente de Sigma, explica que su deseo y el de sus compañeros no es obtener un beneficio por su asesoramiento sino, simplemente, “salvar el mundo. Si lo hacemos en la ficción, ¿por qué no podemos hacerlo en los hechos?”; pero, tal vez por envidia profesional, no menciona que el acierto más inesperado de “Citizen...” no fue “Star Wars”, como todo el mundo cree, sino la novela “Blancos Fáciles” de su compañero Ing que mostraba desde su portada como un grupo terrorista estrellaba un avión comercial contra la Estatua de la Libertad... en 1979.

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